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lunes, 27 de julio de 2009

Desarrollo de la Autoestima Profesional de Enfermería. MaRcO cOnCePtUaL De EnFeRmEríA.

lunes, 27 de julio de 2009
La persona es un ser en busca de identidad, búsqueda condicionada a factores personales y en la que la autoestima se impone como un trascendente determinante de la eficacia que se desea alcanzar.
Otras acepciones de este constructo señalan que es el “sentimiento de aceptación y aprecio, que va unido al sentimiento de competencia y valía personal”.

También se la define como “la evaluación o juicio personal que hace el individuo, y que generalmente mantiene frente a sí mismo; que expresa una actitud de aprobación o de desaprobación e indica el grado en que el individuo se considera capaz, con éxito y valioso”.

La cercanía de las mujeres con la naturaleza en razón de su función reproductiva hace que históricamente se les haya asignado la función de cuidar, a tal punto que la cultura lo interpreta y asume como algo inherente.

Dada su aguda observación e investigación “no científica”, la acumulación de su experiencia (saber) les confiere poder, que más tarde será percibido por la iglesia como una amenaza espiritual y que será reprimido hasta llegar a su total desmantelamiento (siglos XVI y XVIII de nuestra era)

A manera de resumen se establecen las siguientes problemáticas para el desarrollo de la autoestima en esta etapa:

1. División sexual del trabajo con funciones o roles de valores y sociales distintos predominancia de la valoración física y las habilidades estratégicas. Construcción social que da origen a diferentes oportunidades de desarrollo.
2. Valoración social del cuidado ligado a la percepción de que es natural.
3. Falta de valorización económica del cuidado, por ser este reconocido sólo como función de prestar ayuda.
4. Reconocimiento del género masculino en su función de proveedor y mantenedor.

Las mujeres, poseedoras del conocimiento de los cuidados, se convierten en objetos de persecución y represión, porque representan dos grandes amenazas para el poder de la iglesia, primero: El ser mujer incitaría al pecado de la carne, y en segundo lugar, el adquirir conocimientos por medio de experiencias del cuerpo las alejaría de Dios y la iglesia. A partir del saber religioso, y sometido a él, se desarrolla un nuevo sistema de conocimientos médicos sólo para hombres. Los acontecimientos de este período fomentan una devaluación social de la mujer, la cual es reconocida sólo como un soporte espiritual. El cuidado constituye una práctica independiente de la práctica médica. La valoración económica no existe, el trabajo de las mujeres sólo es recompensado por la salvación del alma, gracias a ello la iglesia encuentra una forma de usufructo y riqueza (exige y recibe donaciones para el cuidado) aumentando su poder mediante el uso y abuso de la fe. Esta valoración económica de los cuidados aún repercute en nuestros días, en las que aún se les otorga carácter benéfico a los cuidados.

Como resumen de la problemática de la autoestima en esta etapa se destaca:
1. La mujer es considerada un ser que in­cita al pecado, por lo que carga con un sentimiento de culpabilidad que debe expiar a lo largo de toda su vida.
2. La persona encargada del cuidado, asociada al género femenino, posee conocimientos adquiridos, por lo que es considerada como una amenaza para la Iglesia, siendo perseguida y reprimida.
3. Existe un poder hegemónico de la Igle­sia, la cual promueve sólo el desarrollo del conocimiento masculino, amparado por el dogmatismo de la fe.
4. La conducta de la mujer cuidadora es transformada por los valores de ser­vilismo, caridad y abnegación, en un marco abstracto y contemplativo.

El gran desarrollo científico y tecno­lógico de este período es transferido a la clase médica dominante, lo que le propor­ciona aún mayor conocimiento y poder, centrado en la enfermedad y el tratamiento. La complejidad tecnológica hace necesaria la aparición de agentes intermedios que asumen algunas tareas médicas. Este personal es denominado paramédico con el advenimiento de lo que Collière llama “mujer, enfermera-auxiliar del médico”.

La enfermera asume en parte ese rol social, reemplazando a las religiosas en el servicio a pobres y desamparados. No se le recono­ce dominio en el conocimiento, sólo se le atribuye vocación de servir.

El análisis de esta etapa, caracterizada por su forma tan peculiar de estimación social, nos proporciona un modelo de mujer enfermera marcado por nuevas formas de dominio conductual. La enfermera cambia de la hegemonía del sexo a la de lo religioso, y de ésta al poder del hombre-médico, lo que impactará fuertemente en su desarrollo como profesional.
Resumen de la problemática de la autoestima en esta etapa:

1. En la medida que la ciencia médica se desarrolla en el campo del saber, a las mujeres-enfermeras se les arrebata la autonomía, convirtiéndolas en colaboradoras de los médicos.
2. En el contexto de la subordinación nace enfermería como profesión, dependiente de la autoridad masculina y del saber médico.
3. La mujer–enfermera cambia de dominio: del dogmático religioso al poder médico.
4. Emergen fuertes sentimientos de falta de estimación propia, como la sumisión y la falta de autonomía, que dan origen a sentimientos coercitivos como la culpabilidad y el miedo.
5. Desde un punto de vista filogenético, la escasa oportunidad de desarro­llo personal y de autorrealización, impiden la progresiva adquisición de una mayor conciencia de sí mismo, factor de importancia en el desarrollo de la autoestima en la profesión.

La aparición de la enfermera técnica y la separación de los poderes políticos y religiosos permitieron el inicio de la enfermera en vías de profesionalización. Es indudable, a comienzos de esta etapa, el aporte de Florence Nigthingale en el desarrollo de la enfermería como profesión.
Ella se da cuenta de la importancia de la formación de una enfermera poseedora de conocimientos técnicos y del desequilibrio intelectual hombre-mujer, “Las mujeres anhelan una educación que les enseñe las reglas de la mente humana y cómo aplicarlas”.

A pesar de lo avanzado de su pensamiento, establece y mantiene una conexión importante entre lo científico y lo religioso, no permitiéndoles desligarse a ambos elementos.

Hoy, la enfermera, producto de su peso histórico y provista de nuevas capacidades de análisis y reflexión, es capaz de demostrar su insatisfacción, relacionada principalmente con la valoración de su status profesional, aspectos técnicos, intelectuales, educativos y formativos de la profesión: el principio de igualdad de remuneración, la necesidad de justipreciar la profesión, los problemas de delegación, las condiciones de trabajo, la formación profesional, el desarrollo de la carrera profesional, la participación, el riesgo laboral y la dependencia médica, entre otros.

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